¿Cuándo el miedo es un problema en los niñ@s?


 ¿Quién puede decir que no ha sentido miedo?

Es una emoción natural como otra. Y nos ayuda a estar alerta e incluso a reaccionar a tiempo en ciertas circunstancias. 

Ahora bien, sentir temor en determinados momentos de nuestra vida y sentir terror a menudo o diariamente, es decir, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos e incluso estando en nuestras horas de sueño, es un problema de salud emocional que puede afectar a nuestra mente y provocar dolencias físicas temporales o enfermedades crónicas. Lógicamente no estoy hablando de una persona que viva unas circunstancias especiales como puede ser una víctima de maltrato o de protección de testigos. Porque en esos casos es entendible que el individuo está sometido a una tensión, nerviosismo, incertidumbre, real. Hablo de miedos irracionales. Comprendiendo que para la persona que los sufre los ve como posibles aunque sean temores difíciles de cumplirse o imposibles.

Es un estado mental que está dentro de los trastornos obsesivos compulsivos que no hace diferencia de edades. Pues hay muchos niñ@s que hoy en día lo padecen. Viven diariamente con miedo o miedos. Y pluralizo porque hay veces que puede ser a algo concreto, como por ejemplo "el terror a las arañas" o en plural; miedos a la aglomeración de personas, a entrar en un parque de juegos, a un dolor de estómago después de un empache que puede terminar en algo peor, a realizar una actividad física y tener un accidente, a la oscuridad, a los fantasmas, a contar lo que le suceden,  etc... Quiero decir que en vez de ser a una cosa determinada pueden ir apareciendo temores según va avanzando el día.

Una madre o un padre pueden estar seguros de que su hijo necesita ayuda para superar lo que le está ocurriendo, cuando su miedo condiciona su vida y también la de las personas que le rodean. Hay padres y madres que tardan en buscar ayuda porque les da vergüenza contarlo por lo que piensen los demás y porque sienten culpa. Al final como madre o padre sabemos que tenemos responsabilidades sobre nuestros hij@s, pero a menudo lo confundimos con culpa. Y es totalmente diferente. La culpa es un sentimiento dañino que no hace sentir impotentes y compadecernos de nosotros mismos. Nos frena y nos bloquea. Sin embargo ser responsable nos permite entender que si hay un problema podemos actuar, y que si no sabemos, podemos pedir ayuda. Pues somos padres o madres, no dioses. No tenemos que saberlo todo y somos seres humanos que nos equivocamos. 

No hay nada de que avergonzarnos por ser personas que erramos. No nacemos con un libro debajo del brazo que nos indica como hacer y actuar en cada paso de nuestra vida. Y no somos pecadores por cometer errores. Lo digo por los creyentes. Que muchas veces se castigan por lo que una vez les enseñaron a través de la interpretación de otro ser imperfecto, otro humano, que escribió o que lee un libro y lo explica con su perspectiva.

A menudo los padres que tienen hijos con trastornos de ansiedad, ataques de pánico. Ese miedo que se vuelve incapacitante, el llamado TOC. No logran comunicarse con sus hijos/as, porque  generalmente  son niñ@s poco habladores y además los padres/madres terminan por darles terror  dialogar de temas que saben que les va a generar mal estar. Incluso ellos mismo se sienten incómodos y llenos de la temida culpa. Sobre todo cuando se trata de hablar de  emociones negativas y del día a día. Así lo suelen explicar los propios padres y madres.

Por eso quisiera decirle a todos ellos que EL TOC se cura. Con paciencia, compromiso y trabajo diario.

 Muchas veces son los adultos los que tienen que cambiar ciertos patrones para poder apoyar a sus hij@s en el proceso de curación. 

Es importante que uno de los padres o los dos de manera alterna, se sienten con su hij@ durante un rato diariamente para hablar de los miedos que éste sufre. Si no consigue que hable sobre cuáles son, puede el adulto hablar sobre los suyos, hasta que su hij@ esté más relajado, en confianza y de igual a igual. De manera que vaya fluyendo la conversación entre los dos. Que su hij@ diga qué le pasa por la cabeza y que, cuáles son sus temores, y dentro de esto qué es lo peor que se imagina. Cuando el niñ@ se abra, hay que escuchar de forma activa y permitiéndole que detalle todo lo que quiera sin interrumpirle. 

Si no se consigue que hable de sus temores, se le puede hacer preguntas concretas como: 

¿Qué cosas te han dado miedo hoy en el colegio? y ¿por qué? 

¿Cuál es tu mayor temor?

¿Te has sentido molesto/a con alguien en el colegio?

¿Te ha costado hacer alguna actividad? ¿cuál?

¿Con \qué amig@ te sientes muy bien jugando o hablando?


De esa manera inconscientemente podrá visualizar una persona o situación determinada.

Si de esa forma no funciona la terapia, pasado 15 minutos, desistir. Y volver a intentarlo al día siguiente.

Otra opción es acudir a un profesional del TOC o terapeuta emocional, y ver si consigue en unas sesiones que al menos admita que tiene miedos y que verbalice cuáles son. Y a partir de se podrá trabajar en conjunto con los progenitores o responsables legales, el tipo de trastorno y guiar en el proceso de recuperación.

Los niñ@s son los adultos del mañana, vamos a darle herramientas para que estén seguros de sí mismos, puedan ser independientes, construyan valores saludables  y estén y se sientan llenitos de amor.


Purpurina





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